¿Qué es la anisedad?
Miedo, inquietud, angustia, pánico, preocupación… ¿qué los provoca? ¿por qué sentimos miedo? ¿Cuál es la función del pánico? ¿Cómo pasa de ser algo bueno a ser algo malo?
La ansiedad es una respuesta que nos da el cuerpo cuando nuestra mente piensa que podemos estar en peligro. Existen situaciones que hacen que nos pongamos “en modo alerta”, es decir, situaciones que nos dan pistas de que algo no va bien y de que nos debemos preparar para enfrentarnos a la situación o para huir de ella y ponernos a salvo.
Por lo tanto, es un sistema de “Alarma” que tiene nuestro organismo y que durante toda nuestra evolución se ha encargado de mantenernos con vida.
Por ejemplo: cuando estás cruzando una calle y de repente un coche casi te atropella pero justo te has subido a la acera, y piensas “uff que suerte he tenido, no se cómo lo he hecho” en realidad, ha sido tu sistema nervioso el que ha actuado tan rápido que ni te has enterado, para poner en marcha todos tus músculos y sacarte del aprieto en milésimas, pero ¿cómo?
La amígdala, situada en el cerebro, es la sirena de nuestro parque de bomberos particular. Cuando nuestros sentidos perciben “el peligro”, ella es la primera en ser informada y se pone a sonar a toda potencia, impulsando una cadena de respuestas fisiológicas que activarán el cuerpo que a su vez afrontará la situación con una predisposición muy activa y eficiente. Cuando la ansiedad hace su aparición, empezamos a sudar, para enfriar el cuerpo y que no se sobrecaliente en la actividad de “afrontamiento o huida”, respiramos más rápido y el corazón aumenta su velocidad para suministrar más oxígeno a los tejidos y que puedan funcionar mejor y más rápido, nuestras pupilas se dilatan para tener mejor visión periférica, aunque podamos sentir que vemos peor etc…
Por lo tanto, interpretada correctamente, la ansiedad es un elemento fundamental para salir lo mejor parados posibles de situaciones adversas. Ahora bien, ¿por qué la gente “padece” ansiedad? ¿Es la ansiedad una enfermedad? El problema aparece cuando nuestra sirena empieza a sonar a la ligera. El mundo ha cambiado mucho desde que corríamos ante los depredadores y nos escondíamos en cuevas. Quizás entonces los miedos eran mucho más físicos, más tangibles y por lo tanto, no era difícil identificar las situaciones peligrosas. León à Peligro Piedra à Seguridad
Las cosas han cambiado mucho desde entonces, y ya no nos persiguen bestias peludas y mordedoras, sino que nuestros monstruos han evolucionado considerablemente de forma y de métodos de tormento. Quizás ahora es más difícil clasificar lo que es peligroso de lo que no, ya que con el crecimiento de nuestro cerebro, nos hemos vuelto por partes iguales, conscientes y retorcidos. El miedo psicológico a lo que pueda ocurrir, las divagaciones sobre el futuro o la mala conciencia respecto al pasado han sobrepasado con creces los antiguos miedos físicos. Es por ello que nuestra amígdala, a veces, puede no funcionar con total corrección, y puede ponerse a sonar ante “supuestos peligros”, interpretaciones subjetivas y parciales de “posibles realidades” que no siempre son miradas con el realismo suficiente.
“El miedo es lo que más miedo me da”.
Te llama el jefe a tu mesa y te dice, con voz seria y contundente que quiere verte en su despacho de inmediato. Cuelgas y un sudor frío recorre tu espalda como un rayo. Tus manos empiezan a sudar y tu cara muestra una mueca entre seria y preocupada. Piensas, habré hecho algo mal? En centésimas de segundo te planteas qué puede ser lo que has hecho mal y la cuestión pasa a ser una certeza. ¿Me querrá regañar? ¿Sancionar? ¿Tendrá esta sanción consecuencias mayores? La empresa está al borde de la quiebra… uff ¿Me van a despedir? La respiración pasa del trote al galope y el corazón ya no sabe donde meterse. Realmente estás angustiada y tu cara ya refleja pánico. Finalmente te armas de valor para entrar en el despacho de tu jefe, que tras pedirte que cierres la puerta, sonríe y te felicita por tu excelente trabajo de la semana.
Una mala interpretación de lo que es peligroso hace que la amígdala se excite con mayor asiduidad, y por lo tanto que ponga en jaque al cuerpo para defenderse o huir cada vez que la ocasión lo requiere, según su mal juicio. Es por eso que esta excitación, mantenida en el tiempo, acaba convirtiéndose en diferentes enfermedades según el foco del miedo irracional o exagerado que perturba a la persona. Estrés, Agorafobia, Fobias concretas, Ansiedad Generalizada (pasadores de pena en general) etc…
“El pájaro que ha quedado apresado en una zarza, empieza a temer, con alas temblorosas, todas las zarzas que ve”.
También una mala interpretación de la activación del cuerpo en situaciones de ansiedad puede crear miedos que acaban por hacer que la persona cambie sus hábitos y actividades con tal de evitar esta activación.
Esto ocurre cuando vamos, por ejemplo, a saltar de una roca al mar, a tirarnos con los esquís por una pista o a bucear con botella y nuestra respiración empieza a acelerarse, nuestro corazón palpita con fuerza, estamos excitados.. El cuerpo considera esta actividad “de riesgo” y se pone en alerta, pero eso no significa nada malo, solo que nos preparamos para estar más despiertos, más ágiles. Muchas veces, esta activación es entendida como un descontrol del cuerpo. Esta interpretación hace que la amígdala se asuste y se active más y más, el cuerpo somatiza cada vez más y nuestra preocupación por el descontrol aumenta por momentos. ¿me voy a desmayar? ¿a volver loca? ¿un infarto? Esos pensamientos, lejos de ayudar, activan más nuestra respuesta de ansiedad y finalmente se produce el Ataque de Pánico. El cuerpo, ante tanta activación, se paraliza y no somos capaces ni de huir ni de luchar. El miedo al descontrol ha hecho que apenas respiremos y nos hemos mareado. Dado que este es un sistema adaptativo para luchar o huir, no tarda más de 5-10 minutos en volver a la normalidad y todo se queda en un susto. Lo que no sabe la persona víctima de “su propio ataque” es que el cuerpo se estaba preparando para ser fuerte y que interpretar que le pasaba algo malo, es lo que ha hecho que el cuerpo se pusiera más y más en alerta hasta sentirse totalmente abrumado por un concepto irreal, inventado por nuestros miedos.
Cuando esto ocurre, cualquier cosa que podamos relacionar con el evento, el sitio, la actividad que estábamos haciendo, la compañía etc, puede ser tachada de peligrosa y la evitaremos para no volver a caer en la espiral de locura del ataque de pánico incontrolable. Simplemente un error de interpretación que limita más y más nuestras actividades diarias.
Estamos unidos con hilos invisibles a nuestros temores, somos al mismo tiempo, marionetas y titiriteros, víctimas de nuestras interpretaciones.
Ángela Gual.