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¿Nos va a marcar psicológicamente el toque de queda? Lo comentamos con la Psicóloga Ángela Gual en el Programa «5 Dies» de IB3 TV

Para ver toda la entrevista pincha AQUÍ.

psicóloga palma

 

Explicamos en el transcurso del programa televisivo que la necesidad de tener que implantar el nuevo toque de queda genera en la población la sensación de que las cosas no están evolucionando positivamente sino todo lo contrario. El hecho de que resurja nuevamente esta necesidad nos indica, de una manera u otra, que la pandemia, que parecía haberse controlado meses atrás, se ha vuelto a descontrolar y la propagación ha vuelto en forma de segunda oleada.

Es por ello que la noticia de un segundo toque de queda reabre un escenario incierto que parece cíclico y del cual no se alcanza a ver el fin, al menos hasta que no se desarrolle una vacuna eficiente o un tratamiento efectivo contra el COVID-19.

También comentamos todas las manías, los nuevos hábitos de limpieza y desinfección que se han ido instaurando a lo largo de estos meses desde que en Marzo se nos confinara para evitar la propagación del virus.

Estos nuevos hábitos, que hemos aprendido ha realizar en base al miedo de un contagio que intuimos como peligroso sino mortal, en otra época diferente se hubieran catalogado como exagerados, fuera de la normalidad, como compulsiones obsesivas que llegadas a un punto se convierten en patológicas. No es el caso en la actualidad, ya que ahora está más que justificado, fomentado y sugerido por todos los canales comunicativos que nos llegan. Estos hábitos se han implantado para quedarse, ya que una vez instaurados y estabilizados en el repertorio de actividades cotidianas de la vida diaria, se convierten en quehaceres naturales y espontáneos.

Empezamos a lavarnos las manos con gel hidroalcóholico sin darnos cuenta, como hábito, como instinto. Tenemos a nuestro alcance botes de gel por todas partes allá a donde vamos y casi inadvertidamente nos acercamos a ellos y nos frotamos las manos.

También estamos perdiendo la pulsión de abrazarnos, de acercarnos, de besarnos como lo hacíamos hasta hace dos días. Era un acto natural e instintivo ya que lo habíamos adquirido en la socialización primaria, nada más ponernos en pie. Sin embargo ahora cada vez nos cuesta menos reprimir ese acto social que nos presentaba en sociedad. Nos volvemos con esta inhibición más fríos y distantes, menos comunicativos, aunque lo más triste, como comentaba hace un momento, es el hecho de que los actos repetidos en el tiempo se convierten en hábitos naturalizados y estables en nuestros repertorios sociales, por lo que esta nueva manera de comunicarnos más estéril y distante se quedará con nosotros y quizás marque una nueva forma de relacionarse de ahora en adelante. Solo actos concretos, deliberados  y voluntarios harán que en el futuro, cuando sea seguro, podamos recuperar el contacto que nos hace tan cálidos y humanos.

 

Ángela Gual.

psicologa palma

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