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La Aerofobia o el Miedo a Volar. Cómo funciona en mi cabeza y qué puedo hacer.

psicologa palma

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El miedo a volar es una reacción, que en definitiva, no es tan absurda e ilógica. Estamos hablando de ir montados en un tanque hermético, metálico y muy muy pesado, que se eleva por los cielos y nos lleva, a una velocidad descomunal,  a través de las nubes, recorriendo océanos y montañas, hasta lugares lejanos. Si no estuviera ubicada, diría que suena a una novela de Julio Verne al más estilo  “Viaje al Centro de la Tierra”.

Quiero decir con esto, que volar no pertenece a nuestra naturaleza física y por ello, que se disparen nuestras alarmas no es, ni tan raro, ni tan anormal. Después de todo, estar a 15.000 pies de altitud y sin ninguna capacidad de control es una experiencia en la que hay que domar nuestros sentidos, al menos inicialmente, para darle al acontecimiento un significado cognitivamente aceptable.

 

Pro supuesto, la tecnología nos ha permitido alcanzar este sueño, y como ya sabemos todos, estadísticamente, es el medio más seguro de transporte con mucha diferencia y bla bla bla…

Es solo que cuando un avión se cae… no hay nada que hacer. El impacto emocional de la idea que produce ese suceso es muy agresiva, realmente violenta. Apenas no cae ninguno, pero cuando ocurre, adiós.  Es como que te toque la lotería. Es casi imposible, una probabilidad entre mil millones… pero en algún momento le toca a alguien.

 

Por ello, cuando vemos una noticia relacionada en prensa, especialmente si la vemos retransmitida por la televisión o si seguimos por los medios sus repercusiones humanas, el impacto que genera en nosotros es devastador. La mayoría de las veces no necesitamos sufrir un percance en primera persona, que también,  para desarrollar un miedo “irracional” a volar, ya que el impacto que generan las imágenes al respecto, son extremadamente poderosas. Nuestra imaginación hace el resto. Y la sensación de indefensión, de saber que no tienes posibilidad de maniobra en un contexto de accidente aéreo nos deja desnudos y con una sensación de fragilidad que nos inunda y nos ahoga.

 

Ahora bien, el miedo es el enemigo a atacar y no las divagaciones sobre si los aviones son o no son seguros. Todos asumimos riesgos en cada decisión que tomamos, seamos más o menos conscientes, sean más o menos grandes, y por lo tanto, nuestro trabajo ante una fobia de este calibre es desmontar ese miedo que limita y condiciona la felicidad de quien lo sufre.

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¿Cómo se afronta un miedo?

 

Se dice que la persona que teme sufrir algo, ya está sufriendo por lo que teme sufrir. Por lo tanto, es prisionero de si mismo.

 

Pesoa decía: “Llevo conmigo las heridas de todas las batallas que he evitado”.

 

Desgraciadamente, solo hay una manera de afrontar el miedo, y es, mirándolo de cara. Dicen que cuando huyes del miedo, éste se convierte en Pánico, pero cuando te enfrentas a él se convierte en Valor.

La exposición es el medio, sin duda,  aunque hay maneras y maneras de hacerlo. En terapia Estratégica nos gusta “Surcar el Mar sin que el Cielo lo Sepa”, es decir, crear esa exposición, pero sin que exista demasiada consciencia de lo que está ocurriendo, hasta que la tormenta haya pasado, y nos hayamos empoderado tras ésta.

 

Uno de los mayores problemas que experimenta un fóbico es su reacción ante el miedo. Responde con una Evitación, que inicialmente puede ser parcial, pero que acaba siendo completa, y que le proporciona una falsa sensación de seguridad y alivio. Es precisamente esta sensación la que va metiéndoles, cada vez más profundamente, en un pozo del que luego no sabrán salir. Ellos mismos cavan un abismo en el que luego acaban pendiendo.  Contra más aliviado me siento, más considero acertada mi actuación de huir, y por otro lado, más confirmo que mi miedo es fundamentado. Además, contra más evito, más refuerzo la idea de que ese miedo es real y que puede dañarme profundamente. Por lo tanto, lo que era en un principio una dificultad, se convierte en un hito imposible de superar. De un granito, una montaña y el miedo acaba transformándose en pánico. En este punto, la persona ya no evita por incomodidad sino por una profunda sensación de necesidad de supervivencia gritada por su amígdala.

 

Hacer frente a estos miedos no es tarea fácil para alguien que ha aprendido a huir exitosamente del miedo. Su aprendizaje está fuertemente condicionado y romper ese círculo para que se enfrente a lo que más teme es como poner a un niño desnudo frente a un enorme tigre de Bengala, hambriento y furioso.  De locos, ¿verdad?

 

Es por ello que si una persona no consigue hacer frente a estos miedos, no debe desanimarse, debe pedir ayuda profesional ya que nosotros usamos una serie de estrategias para maquillar al tigre, haciéndolo parecer un gatito (muchas veces es un gatito vestido de tigre, en realidad), además de equipar a nuestro audaz aprendiz de valiente con herramientas adecuadas, unas buenas lanzas, y guiados por nosotros, acaban superando el miedo sin padecer lo que imaginaban.

 

“No hay noche que no vea el día”.

psicologa palma

 

Ángela Gual.

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