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Esta noche hablamos con la psicóloga Ángela Gual del Asesino Petiso Orejudo en el programa de la Cope «La Noche» con Ricardo Arjona

Para escuchar el audio, pincha AQUÍ

arjona cope

Analizando todo lo narrado anteriormente, observamos a un niño de muy temprana edad, totalmente descuidado y maltratado por la familia de origen, que hace su propia interpretación sobre las dinámicas de la vida. Podríamos resumir que la vida se reduce para él a que el individuo más fuerte (su padre) le agrede, por lo que él en parte por mostrarse fuerte como su padre y mantener un rol de superioridad, y en parte para drenar la sensación de abuso y de impotencia por no poder defenderse de su agresor, realiza los mismos actos miserables hacia otros sujetos más débiles que él. De esta manera el círculo se cierra y el abusado se convierte en abusador. Solo existe un matiz en esta ecuación, y es que Cayetano necesita llegar hasta el final, no le basta con golpear sino que necesita aniquilar a sus presas.  

Analizando su “modus operandis”  podemos apreciar que el patrón que se repite casi siempre es el de golpear a sus víctimas, siempre mucho menores y sin oportunidades para después asesinarlas asfixiándolas con un cordel sobre el cuello. 

 No hay componente sexual sin embargo, si existe la pulsión de acabar con la vida de los niños. Seguramente experimentaba una sensación de alivio, al ser él la figura fuerte, y por otro lado, de diversión, de poder, que ha aprendido del padre. 

Observamos incluso ya en el primer asesinato, con tan solo 9 años de edad, como Cayetano cava una zanja para ocultar el cadáver de la nena de 3 años que estrangula. Este hecho de ocultamiento es importante ya que nos indica su capacidad de comprensión de lo que hace y de lo que es correcto. También por sus reacciones ante los adultos y sus comportamientos disimulados, podemos ver que sabía que lo que hacía estaba mal, por lo que era consciente y responsable del daño. 

Cuando miente al peón de obra diciéndole que solo quería salvar al niño que él mismo estaba estrangulando, está mintiendo con todo conocimiento de causa, manipulando la situación y al adulto, para salvarse de la situación en la que se ha visto desprevenido. Esa frialdad de pensamiento, sin ansiedad ninguna ni temor, sin nervios o angustia por ser apresado, nos da una idea de la mente retorcida de Cayetano, de su componente psicopático y de su incapacidad por sentir las emociones de los demás o culpa por sus despiadadas acciones. 

El hecho de que acudiera al velatorio del último niño asesinado para comprobar si tenía aún el clavo, nos indica su falta total de conexiones emocionales con el mundo, su ausencia completa de remordimientos y la ausencia de empatía y de temor por ser descubierto. No tiene ningún miedo a la autoridad o a ser apresado por la justicia, se siente inmune a ella, como ocurre habitualmente con los psicópatas narcisistas. 

Por otro lado, podemos también hacer hincapié en el hecho de que incendió 7 edificios a lo largo de su carrera criminal. El fuego era su fetiche, aunque no dejaba de ser un estímulo más para poder jugar a la muerte, juego que le divertía y le entusiasmaba. Recordemos que a una de las niñas que asesina, lo hace a través de prenderle fuego y dejar que se quemara viva. Las quemaduras por fuego son extremadamente dolorosas ya que se abrasan las terminaciones nerviosas de la piel, lo que seguro supuso un cuadro dantesco de gritos y violencia por parte de la niña que a cualquier ser humano marcaría de por vida. No fue el caso de nuestro asesino. 

Ángela Gual

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