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Esta noche hablamos con la psicóloga Ángela Gual de La Bestia de Génova en el programa de la Cope «La Noche» con Ricardo Arjona

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psicologa palma

 

Efectivamente, así como comentan los compañeros, Garavito muestra claramente un trastorno mental, o mejor dicho, varios, que conocemos por los nombres de Trastorno Antisocial de la Personalidad, sumado, añadiría yo,  a un trastorno Sádico de la personalidad. 

Estos trastornos hacen referencia a enfermedades mentales a través de las cuales, el que las sufre, no puede evitar sentir indiferencia por los demás, disfrute por la manipulación de los otros, placer por la crueldad, y el cinismo, irrespetuosidad y diversión por la violación de los derechos de los demás. 

Además, nuestro sujeto analizado siente estos rasgos de forma muy acentuada, ya que no existen límites para este asesino. No hay filtros ni medida. El número de asesinatos y la frecuencia de los mismos denotan un frenesí totalmente abandonado del control. Una orgía de placer sin fin que sume a este animal en un sin parar de compulsiones que lo gobiernan, que lo dominan, ya que el placer que le proporcionan estos encuentros, por un lado le satisfacen y por otro, ocultan el dolor que hay más allá, en la propia infancia del sujeto.  

El individuo antisocial no encuentra ningún sentido a la contención, por lo que se muestra impulsivo y desorganizado. Tampoco respeta las normas o leyes ni las consecuencias de infringirlas, ya que no le importan lo más mínimo, de ahí su comportamiento delictivo. 

Para comprender más a fondo el caso, diré que Luis Alfredo desarrolla este patrón de comportamiento como vía de supervivencia  a las cruentas experiencias vividas en la infancia, especialmente al aprendizaje de vivir sin la protección de su integridad física por parte de los padres y de la falta de afecto. Obviamente otra persona crece destruida por el infierno vivido, sin convertirse en un psicópata desalmado, sin embargo, nuestro protagonista, que algún componente genético lo respaldaría,  se convierte en un animal para dar sentido a estas vivencias y a su propia vida. Es por ello por lo que se vuelve un sádico, y se excita con el dolor ajeno, sin ninguna empatía por los inocentes y desprotegidos niños.  

Así como aprende de niño, la humillación y la observación del sufrimiento ajeno, la violencia vejatoria, el abuso al débil,  se vuelven divertidas, excitantes, activan su paleoencéfalo, es como un juego, como cuando un animal caza un apetitoso manjar de la manera más fácil y en lugar de ir al grano, se regodea en el proceso de aterrorizar a la víctima. Un juego macabro.  La amígdala vibra y sucumbe a un especie de arrebato placentero que solo logra llevar al climax cuando culmina sus atrocidades. 

Esto describiría más o menos lo que supone un trastorno sádico de la personalidad llevado a la práctica y sin ningún filtro. Si sumamos esta ferocidad y divertimento por dañar a los demás, más la inmunidad emocional de no sentir empatía por el prójimo, obtenemos un asesino implacable, despiadado y sin alma. Además, cobarde, Ya que un niño es la presa más fácil, la menos justa, pero estos monstruos no se rigen por la justicia sino por la oportunidad. 

 

Ángela Gual

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