La fagofobia (fago-tragar / fobia-miedo) es el miedo a morir atragantado mientras tratabas de alimentarte.
Hay personas que sufren de este temor tras haber experimentado en sus propias carnes la asfixia (y el pánico) de un atasco deglutivo que parecía no tener fin, o si, la muerte, pero al final no. Un recuerdo traumático.
Otras en cambio temen lo peor tras escuchar historias con finales dramáticos de acontecimientos similares o incluso, por prestar demasiada atención a padres o tutores sobreprotectores cuando nos decían de niños y no tan niños “comed más despacio, masticad bien que podéis atragantaros y eso es muy peligroso…”
En ambos casos, una conducta que “parece” mejorar la supervivencia es la de EVITAR tomar ciertos tipos de alimentos (por lo que literalmente estamos salvados de morir atragantados, al menos por esos alimentos restringidos), o también existe la opción de tomar determinadas PRECAUCIONES a la hora de ingerirlos como utilizar muchos líquidos como lubricantes, sobremasticar detenida y lentamente o desviar nuestra atención con dispositivos digitales para que nuestro paleoencéfalo no reaccione a la amenaza temida y podamos ingerir los alimentos deseados.
Estas dos estrategias que inicialmente parecen solucionar nuestro problema, ya que al evitar o precaver, nos sentimos mucho más seguros y de paso vivos, hace que poco a poco, cada vez sintamos la necesidad de evitar más alimentos similares o precaver de forma más restrictiva, más control, masticar más veces, más lento. Es lo que llamamos el Efecto Contradicción. Algo que inicialmente parece bueno, porque nos alivia, a medio plazo nos va encarcelando más y más en una jaula cada vez más estrecha, cada vez con menos aire, hasta convertirse en un verdadero trastorno invalidante.
Y así se construye la FOBIA, a través de la evitación y el control, que tratan de forjar la idea de seguridad cuando la verdad es que la ciencia no asegura que bebiendo líquidos no podamos morir asfixiados.
La realidad es que la certeza de no morir atragantado no la tenemos ni la tendremos nunca, porque no es posible tener este grado de control. Lo que si que podemos lograr así es un control tan asfixiante por el miedo a morir atragantados, que todos nuestros movimientos, que en un inicio eran naturales, fisiológicos e inconscientes (comer y tragar), se conviertan en un suicidio cotidiano, ya que no podemos vivir sin comer, y debamos sufrir tanto a nivel de pensamiento como de acción, el momento de comer, que un día fue tan placentero.
En este momento diríamos que “somos como marionetas rotas, con los ojos vueltos hacia dentro”, siempre buscando y buscando, y de tanto ver nos volvemos ciegos. Aquí el efecto es el descontrol por exceso de control. La paradoja de tratar de controlar de forma cognitiva aquello que debe fluir de forma natural, alterando el proceso fisiológico y padeciendo dichas alteraciones gracias a nuestra atenta focalización perceptiva. Nuestra atención está vigilante a cualquier sensación, cualquier movimiento, cualquier ruido o percepción diversa que señale la disfunción, el peligro, la amenaza.
La fagofobia, al igual que los demás miedos irracionales, debe trabajarse a través de la instrucción en el coraje de enfrentarse al miedo de cara, en primera persona y solo.
Para ello existen diversas técnicas que conquistadas por la persona que las confronta, disuelven el miedo y liberan al preso de su celda.
“Aprendí que el coraje no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. EL valiente no es el que no siente miedo, sino el que vence ese temor.”
Nelson Mandela.
Ángela Gual, psicólogos en Mallorca