Todo lo que hacemos tiene una razón de ser, y en este caso, y por muy extraño que parezca, las autolesiones también tienen una funcionalidad en el que se las realiza.
Cuando una acción da beneficios, se mantiene e incluso se incrementa, mientras que ciando no los tiene, se deshecha.
La adolescencia es un periodo muy complicado en nuestro prpoceso madurativo y de identificación personal, social y laboral. Afrontarlo con éxito es un reto, en ocasiones, titánico y buscamos estrategias que nos ayuden a sueprar las adversidades y la confusión propia de dicho tránsito a la vida adulta.
Basta recordar el romance entre Romeo y Julieta, o la más reciente saga de «Crepúsculo» para comprender la pasión y la intensidad de los sentimientos que afloran en las interacciones adolescentes. Y a la misma altura que se eleva uno, después se cae, traspasando, en algunos casos, un abismo tan oscuro como profundo.
Algunos chicos utilizan las autolesiones para calmar el profundo dolor emocional que les producen las rupturas, pérdidas, desengaños o decepciones. El dolor físico centra la atención y desvía el interés y la observación de dichos desencantos que los han herido en lo más profundo.
También se ha demostrado que si se realiza un ritual autolesivo varias veces y de la misma manera, lo que inicialmente es desagradable, acaba generando placer. Es una transgresión ritualizada que genera placer a partir de la tortura consentida a uno mismo.
Además, si estos chicos lo acaban colgando en redes sociales, se les añade la motivación de obtener reconocimiento, atención y sensación de sentirse valientes, capaces o especiales, lo cual aumenta el placer de la acción autolesiva y su fomento.
Lo que suele ocurrir es que estos adolescentes, peridos en la construcción de su identidad, son reforzados por la actitud de «sus seguidores» por lo que aumenta su autoestima y motivación por mantener la conducta e ir más allá.
Lo curioso de estos chicos es que en general no sufren ninguna patología mental ni buscan el suicidio. Simplemente han probado por cualquier motivo (apuestas, experimentar, victimismo…) hacerse daño o llamar la atención, y finalmente han descubierto que sorprendentemente les producía placer. De esta manera acaban enganchándose. Inicialmente lo hacen de forma voluntaria, pero a medida que van descubriendo el placer subyacente, se convierte en una compulsión, en la búsqueda de más y más placer, en la búsqueda de sensaciones cada vez más fuertes.
¿A qué se debe esta proliferación de actitudes autolesivas?
Un acúmulo de diferentes factores podría explicar este auge:
El modelo familiar actual, excesivamente premisivo y sobreprotector, no ayuda a los chicos a aprender a frustrarse, a saber lo que significa la palabra NO, a no tener todo lo que desea de forma inmediata. Después salen al mundo exterior y se dan de bruces con la realidad más cruda. Les hacemos débiles y frágiles, mancos y ciegos, y después los entregamos a la jungla de nuestra superfcicial y frívola sociedad esperando que se desenvuelvan con gracia.
También los valores de unión y cponfianza, lealtad y fidelidad, se desdibujan, quitándonos los pilares de apoyo más básicos y dejándoles al descubierto, desnudos. en un salto sin red demasiado arriesgado como para no caer de vez en cuando.
Por último, la adolescencia, como he comentado antes, es una metamorfosis compleja y árdua. La confusión y la desorientación son parte del camino y toda herramienta es poca para lidiar con nuestros mosntruos y miedos. También la desobediencia y la infracción forman parte de niestro proceso de consolidación de la identidad, y no obedecer a la normalidad, ser diferente, hacer cosas que nos desmarquen, nos distingue del resto y eso es «cool».
La manera de ayudar a estos adolescentes será diferente si se trata de alguien que calma su dolor emocional o si se trata de quien busca el placer.
En el primer caso, hayaremos su perturbación originaria y la trataremos como base para solucionar las conductas autolesivas.
En el segundo caso, crearemos un contraritual específico y concreto que se adapte al individuo para que el placer que le produce la autolesión, acabe convirtiéndose en una tortura insufrible, y por lo tanto, pierda su atractivo hasta disolverse.
En cualquier caso, crear una fuerte red social de soporte, mejorar los vínculos familiares y facilitar la comunicación, la expresión de las emociones y el drenaje emocional ayudarán a facilitar el proceso de curación. Si las conductas autolesivas se mantienen, recomendamos visitar a un especialista de la psicología para tratar los síntomas y deshacer el nudo emocional que mantiene a estos chicos encadenados a rituales lesivos.
Ángela Gual.